miércoles, 25 de enero de 2012

SOLEDAD

Hace unas pocas horas he pasado por nuestro veterinario colaborador para una visita de control de un gatito operado de una hernia. Todo normal y correcto.

Hubiera sido una noche más si al pasar al lado de las jaulas de los ingresados del hospital no me hubiera cruzado la mirada con una perra color canela. Estaba enrollada, parecía dormida pero sus ojos me decian lo contrario. Casi sin querer la vista se me ha ido a la hoja de medicación y he podido leer esa palabra que tanto aborrezco, eutanasia.

Esa palabra es como un latigazo en el corazón cada vez que la lees o que la escuchas. No me gusta, la odio. La he tenido que vivir demasiadas veces y cada vez es peor.

Debajo de esa palabra estaba toda la pauta de su medicación, toda la lucha contra una enfermedad que a sus nueve años la tenia consumida. No quiero ni debo entrar en valorar el criterio veterinario, ni el de sus propietarios que les ha llevado a tomar esta decisión ante una situación irreversible. Seguramente seria lo más acertado pero siempre duele, y duele demasiado.

Allí estaba sola en su jaula, esperando los últimos minutos, hecha una bolita con los ojos mirando hacia arriba. No podia dejar de mirarla, lo siento, no podia. Notaba su miedo, notaba su soledad, notaba que pedía una caricia a gritos sin decir absolutamente nada.

He abierto la jaula, me he sentado a su lado y ella ha apoyado su cabeza en mi pierna. Era suave como un peluche, dulce, cariñosa. He notado un suspiro de relajación, de tranquilidad, de aceptación. Ya no estaba sola.

Hemos pasado unos minutos juntos, no nos conociamos de nada y seguramente han sido de los más intensos que haya podido pasar con un animal en mi vida. Nos mirabamos, yo la acariciaba y ella descansaba.

Al preguntar a una de nuestras veterinarias por su familia me han dicho que no iban a venir, que no podian aguantar el dolor y que les habian pedido que se encargasen de todo.

No se por qué pero no la podia dejar sola en ese momento, la perra tenia miedo, necesitaba tener ha alguien a su lado. No tenia miedo a morir, tenia miedo a la soledad.

He pedido permiso para quedarme a su lado y he esperado hasta que nuestra veterinaria le ha puesto la inyección. Ha sido un momento, sin sobresaltos, suave, un sueño, y esa perra desconocida para mi se ha ido en mis brazos.

No la había visto nunca, no la conocia, pero ahora nunca la voy a poder olvidar. Una perra valiente ante la muerte, una perra que solo pedia no estar sola.

No entiendo porque estoy llorando por una perrita que no conocia pero no lo puedo evitar. Esta noche necesito abrazar a mi pareja y a mis gatos. Como ella no le temo a la muerte, pero me aterra la soledad y el abandono.

Esta noche hay una nueva estrella en mi cielo de Mollet. Nunca más estará sola.